
Un aprendizaje intergeneracional entre el colegio y la universidad
Con tecnología, creatividad y trabajo en equipo, niños de un colegio en Guasca, Cundinamarca, y estudiantes de Los Andes propusieron soluciones de energía renovable para beneficiar a su municipio.“Yo no sabía qué gracias al movimiento del agua se puede generar energía”, dice Gabriela, estudiantes de sexto grado del Colegio Nacional Mariano Ospina, en el municipio de Guasca, Cundinamarca.
Le entusiasma ayudar a proteger la naturaleza, por eso se unió al semillero de sostenibilidad ambiental de su colegio. Allí, junto con sus compañeros, trabaja en una huerta olvidada en el patio, detrás de su salón, para dar nueva vida a las plantas.
Pero este año, Gabriela vivió una experiencia que fue más allá de la huerta. Fue invitada a participar en el Bootcamp “Energía que conecta”, organizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, en alianza con la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Ingenieros Sin Fronteras y los habitantes de Guasca. Durante varios días, la niña de apenas 11 años compartía sus ideas, aprendizajes y sueños con jóvenes universitarios y compañeros del semillero, todos unidos por un mismo objetivo: aprender y diseñar soluciones de energía renovable que generen un impacto social y ambiental positivo en su municipio.
Gabriela y sus compañeros estuvieron en la Universidad y conocieron tecnologías que despertaron su curiosidad y creatividad. Vieron, por ejemplo, cómo funciona un sistema de secado de frutas que podría adaptarse al procesamiento de las plantas aromáticas cultivadas en su huerta escolar; aprendieron a construir filtros caseros para la purificación de agua. Además, por primera vez estuvieron cerca de la rueda Pelton, un mecanismo capaz de generar electricidad suficiente para abastecer una vivienda; y descubrieron prototipos de paneles solares.
Inspirados por lo aprendido, regresaron a su pueblo y en el Mariano Ospina, los estudiantes de ambas instituciones se organizaron en equipos intergeneracionales y multidisciplinarios para desarrollar prototipos basados en lo aprendido en la Universidad. “Cada grupo eligió un reto concreto: garantizar el suministro de energía cuando hay cortes de luz, iluminar con energías limpias el coliseo municipal o fortalecer el ecoturismo en el páramo de manera sostenible”, explica Natalia Barrera, de la Fundación Diversa que lideró los retos aplicando metodologías de co-creación comunitaria.

Estudiantes de Los Andes y del Colegio Nacional Mariano Ospina presentaron su proyectos.
"Diseñamos un sistema de energía para el colegio en Guasca. Instalamos paneles solares que permiten cargar baterías y así alimentar los portátiles cuando se va la electricidad. Además, propusimos un sistema de iluminación eficiente usando tejas transparentes, para aprovechar la luz natural y reducir el consumo eléctrico".
Alejandro Castro, estudiante de noveno semestre de Ingeniería Industrial.
Para Catalina Ramírez, directora del Departamento de Ingeniería Industrial de Los Andes, este tipo de experiencias son clave para transformar el aprendizaje en acción. “Muchos egresados que participaron en estas iniciativas hoy trabajan en proyectos sostenibles en zonas rurales del país. Además, a veces lo que necesitan los jóvenes del contexto rural es esa ‘chispita’ de ilusión que les abra el horizonte y les muestre que pueden lograr grandes cosas”, afirma.
Esa chispa también la ha visto Alejandro Garavito, profesor del Colegio Mariano Ospina. “Los chicos suelen preguntar: ‘¿Para qué me va a servir lo que me enseñan en clase?’. Pero cuando comparten con estudiantes universitarios, ven aplicaciones reales y construyen desde distintos saberes, todo empieza a tener sentido. Aprenden a trabajar en equipo e imaginan cómo será su vida en la universidad”.
Este encuentro demuestra que el conocimiento crece cuando se construye en comunidad. “Cerca de nuestra casa hay un río, como una laguna. Con una rueda Pelton podríamos usar el agua para generar luz cuando se va la electricidad, como hoy que salí al colegio sin energía”, cuenta Gabriela, con la emoción de quien ha descubierto una posibilidad transformadora.
Como ella, ahora más niños y jóvenes en Guasca tienen la certeza de que combinar el saber técnico, el trabajo en equipo y el compromiso con el territorio, hace posible sembrar soluciones replicables en diferentes entornos que ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas.
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