
¿Quién nos cuidará en la vejez?
Un nuevo informe ofrece un panorama sobre los centros de cuidado en Bogotá. El análisis de la última década revela que, aunque la ciudad envejece, la cobertura y el estado de los cuidadores no avanza al ritmo que las necesidades demandan.La familia colombiana, núcleo histórico de cuidado, atraviesa un proceso de reconfiguración. El tamaño de los hogares se ha reducido, las mujeres —quienes tradicionalmente asumen el cuidado— participan cada vez más en el trabajo remunerado y la “pobreza de tiempo” golpea a quienes aún asumen la carga doméstica.
¿Quién cuida a los mayores cuando la familia no puede?
La comercialización del cuidado aparece como una consecuencia natural de la demanda. La vejez, convertida en un nuevo nicho de servicios, ha impulsado la creación de cientos de pequeños centros que funcionan como empresas de cuidado.
El informe “El cuidado institucionalizado de la vejez en Bogotá 2013-2023”, analizó y valoró los servicios de cuidado que ofrecen los hogares gerontológicos de carácter privado, con ánimo o sin ánimo de lucro en la ciudad.
A grandes rasgos el panorama indica que hay aproximadamente un millón de personas mayores de 75 años. De ellos, el grueso de quienes necesitan cuidados son atendidos por sus familias y la mayor parte del cuidado sigue ocurriendo en los hogares, en hombros femeninos, y bajo condiciones precarias.
La mayoría está en hogares gerontológicos privados y en fundaciones o corporaciones que operan bajo convenios, pero solo unos 10.000 son residentes en estas instituciones.
En cuanto a la red pública, está liderada por la Secretaría Distrital de Integración Social (SDIS), que administra o contrata 17 centros de protección social, con capacidad para alrededor de 2.100 personas mayores en situación de vulnerabilidad.
Estos son algunos datos que contiene el informe:
Mantener los centros de cuidado
El informe fue elaborado por Javier Pineda Duque y Aranzxa Borda Quintero, investigadores del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. El trabajo recogió información en 2013 y 2023, incluyendo los efectos de la pandemia por el COVID 19.
Solo en Bogotá, entre 1990 y 2023, se observa un crecimiento sostenido: el promedio de registro de hogares pasó de 8 por año en la década de 1990, a 26 en la del 2000, y a 44 en los últimos 14 años. Aunque hay que anotar que esos centros no permanecen en el tiempo, por lo que el crecimiento neto es menor, lo que revela que a pesar de la creciente demanda hay poco desarrollo en la última década respecto a la cobertura.
“No tiene los avances que ha tenido el campo de la niñez o el campo de la salud. Y la vejez es supremamente crítica por el proceso de envejecimiento poblacional”, dice Javier Pineda, Ph. D. en Geografía Humana.
La segmentación por estratos mantiene la inequidad. Los estratos uno y dos están prácticamente desatendidos. Quienes tienen más recursos acceden a residencias con mejores condiciones, mientras los sectores populares dependen de fundaciones, del cuidado comunitario (amigos o vecinos) o, en muchos casos, enfrentan el abandono.
La mayor parte de la ciudad no tiene infraestructura de atención.
En medio de este escenario, los cuidadores —en su mayoría mujeres— se erigen como protagonistas invisibles de esta transformación. Ellas cargan sobre su espalda no solo a los cuerpos envejecidos de la ciudad, sino también el peso emocional de acompañar la última etapa de la vida.
Para la investigadora Aranzxa Borda, es fundamental seguir apostándole a hablar e investigar sobre el tema. "Tenemos que pensar desde ya en nuestra vejez y desde las políticas públicas pensar en estas estrategias que permitan reflexionar en las formas de envejecimiento y cómo vincular no sólo a la familia sino también al Estado y a las comunidades.
