Daniela Romero: responsabilidad social con su pueblo escondido
Daniela Romero se graduó como arquitecta y recibió la distinción a la Responsabilidad Social Universitaria por su trabajo en Chapetona, un municipio “echado para adelante”, aunque marcado por el olvido.Para comprar un medicamento, hacer mercado o, simplemente, salir de casa, hay que nadar o montarse en una canoa. Cuando el pueblo se inunda, recuerda entre risas, Daniela prefería nadar. Ese día no solo llegó con el mandado, sino también con dos pescados que encontró en el camino. Ese el municipio de Chapetona, en el sur de Bolívar.
En este pueblo escondido, olvidado, nació Daniela Victoria Romero Cabarcas, una joven arquitecta recién graduada de la Universidad de los Andes, quien con sus compañeros de tesis hizo un trabajo de organización documental, levantamiento de un censo, planos de construcción, asesoría para la legalización de predios y propuestas arquitectónicas que respetan el entorno y promueven la sostenibilidad.
“Mi labor en Chapetona ha sido dar el reconocimiento y la visualización que se merece el pueblo porque, a pesar de que todas las personas de allá somos echadas para adelante, su situación es precaria, se vive en condiciones de mucha pobreza”– Daniela Romero.
Daniela ha sido una estudiante muy 'pila'. Ama sus raíces. Ella recibió en la ceremonia de grados del segundo semestre de 2025 el título de arquitecta y la Distinción a la Responsabilidad Social Universitaria.
¿Sí vendrán los cachacos?
Para llegar a Chapetona hay que viajar primero al municipio de El Banco, Magdalena, y luego tomar una lancha durante una hora por uno de los brazos del río. “Parece una isla, porque por un lado tiene una ciénaga enorme, está la depresión Momposina, y del otro está el río Magdalena”, describe Daniela.
Antes de ir con sus compañeros, visitó el pueblo para contarles sobre el proyecto. Dudaron, pues allí es escasa la oferta de iniciativas como esta.
“Dijeron: ‘¡Ay, sí, llegaron los cachas!’”, cuenta Daniela quien, además, relata emocionada que los habitantes los acompañaron animados a cada rincón de la zona.
Para la arquitecta, becada por el programa Generación E y beneficiaria del sostenimiento de la beca Vamos Pa’ lante, esa experiencia, más allá de lo académico, ha sido un aprendizaje de vida y trabajo en equipo. Eso sí, aunque su municipio necesita mejoras en muchos más frentes, ella sigue empeñada por aportarle desde su campo al desarrollo de la comunidad.
Daniela recibió la distinción de manos de la rectora Raquel Bernal.
“Pasé por un dilema horrible, porque en mi proyecto yo quería resolverlo todo, todos los problemas, pero un proyecto realmente bueno no hace eso: se enfoca en una sola cosa y que de verdad funcione”. Por eso entendió que tenía que confiar en sus compañeros y en otras personas que podrían emprender otras acciones.
Ahora Daniela busca financiación para impulsar un laboratorio de ciénaga y un centro cultural intergeneracional, además de otros proyectos planteados. El reconocimiento que recibió lo vive con emoción intensa porque, asegura, es más para su pueblo que para ella: “Por primera vez dan reconocimiento a una comunidad que ha pasado años en el olvido”.