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A profundidad
06/11/2025

¿Por qué se ha incrementado la cifra de jóvenes que vapean?

Un ejercicio académico reveló que el vapeo juvenil, más que un hábito, refleja vínculos e influencias: la amistad también marca su alcance.

Huele a frutas y a menta. Ese aroma a fresa, aparentemente inofensivo, está dejando un sabor amargo qué preocupa a los expertos. Vapear pasó de ser una práctica cotidiana a una adicción que sigue creciendo, especialmente en jóvenes.   

 

Esas nubes de humo fugaces, que ahora acompañan conversaciones, risas y fiestas, despertaron una inquietud entre los estudiantes de la Universidad de los Andes. ¿Por qué la gente sigue vapeando si sabe que sus efectos son nocivos para la salud?  

 

El profesor Enrique Chaux, doctor en Desarrollo Humano y Psicología, lideró un ejercicio académico que comenzó como una clase y terminó como una radiografía del fenómeno. “En los cursos de Metodología de Investigación siempre hacemos una investigación grande entre todos. La idea es aprender revisando un tema a fondo”, explicó.  

 

En esta ocasión, más de treinta estudiantes eligieron el tema del vapeo, realizaron una encuesta a 1.212 personas de pregrado de Los Andes y analizaron sus resultados durante dos semestres. 

Enrique Chaux

Enrique Chaux durante el coloquio 'Más allá del humo y el vapor: investigaciones, experiencias y políticas para desenmascarar el vapeo'.

La contradicción: saber que hace daño, pero seguir haciéndolo

Entre los hallazgos se encontró que el 45 % de los encuestados ha vapeado alguna vez en su vida y el 15 % lo hace todos los días. “Eso es casi la mitad de la población universitaria. Es una cifra altísima comparada con otros países, donde los niveles están entre el 20 % y el 30 %”, dijo Chaux. 

 

Por otro lado, lo más llamativo fue la brecha entre aquello que los jóvenes creen y lo que practican. Casi el 45 % de quienes lo hacen consideran que es dañino. “Ellos comprenden que no es una alternativa saludable al cigarrillo convencional”, señaló el profesor. Sin embargo, muchos continúan usándolo. 

 

¿Por qué? Las causas se asocian con la ansiedad, curiosidad y la necesidad de pertenecer. De hecho, el 85 % de los participantes empezaron entre los 12 y los 18 años, una etapa marcada por la influencia del grupo y la búsqueda de identidad. 

 

El psicólogo Efrén Martínez Ortiz, durante el coloquio Más allá del humo y el vapor: investigaciones, experiencias y políticas para desenmascarar el vapeo, explicó: 


“La curiosidad va acompañada de la presión del grupo como una norma social. Este contexto en donde lo normal, lo corriente, es vapear”.

A eso se suma que, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el consumo de sistemas electrónicos de nicotina (entre los que se encuentra el vapeador) crece rápidamente en América Latina, impulsado por la idea de que es “menos dañino”.  

 

No obstante, la Sociedad Americana Contra el Cáncer advierte que estos dispositivos liberan nicotina en dosis capaces de generar dependencia y que su uso puede triplicar la probabilidad de comenzar a fumar tabaco tradicional. 

 

En Colombia, por ejemplo, un estudio de la Universidad Javeriana (2024) encontró que uno de cada cuatro estudiantes de secundaria ha probado cigarrillos electrónicos, superando con creces el uso del tabaco convencional y comprobando la exploración hecha en la clase de Metodologías de Investigación.  

La fuerza de los amigos: entre el riesgo y la oportunidad

Otro de los hallazgos del ejercicio liderado por Chaux tiene que ver con el papel de la amistad. “El factor que más explica la frecuencia de consumo es qué tanto consumen mis amigos”, indicó. De hecho, esos vínculos resultan ser el doble de influyentes que los de familiares.

 

A pesar de ello, ese mismo entorno puede ser clave para revertir la adicción. “Ellos pueden aumentar la probabilidad de que alguien empiece, pero también son el principal apoyo para dejarlo”, afirmó Chaux. Incluso, en la encuesta, el 70 % de los consumidores dijo haber intentado dejar el vapeo, aunque la mayoría reconoció que fue “mucho más difícil de lo que pensaban”. 

 

Para el psicólogo, los resultados invitan a replantear las estrategias de prevención. No bastaría con hablar del daño físico, también es necesario reconocer el papel que juegan las amistades como redes de apoyo. “Cuando un estudiante decide dejarlo, no acude primero al médico ni a la universidad. Busca a sus amigos”, señaló. 

 

En el fenómeno del vapeo juvenil hay, según el profesor de Los Andes, una lección clara: 


“Dejar una adicción es muy difícil. Requiere mucho apoyo, y en este caso, empieza en los amigos”.
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