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A profundidad
19/09/2025

Máscaras en la vida: La pérdida de identidad

¿Cómo las personas adoptan máscaras para encajar en la sociedad y qué tensiones éticas, existenciales y de identidad se generan? Un conversatorio a propósito del film español La Infiltrada.

En distintos momentos de la vida, las personas pueden dejar de ser ellas mismas para encajar en un nuevo espacio o grupo social. Cambian su manera de hablar, de vestir o de comportarse; ajustan rasgos profundos de su personalidad para evitar sentirse diferentes o excluidas. Sin embargo, cuando esta adaptación se prolonga, la identidad comienza a diluirse entre las máscaras del día a día, hasta el punto de perder claridad sobre quién se es realmente. 

 

Durante el preestreno de la película española La Infiltrada, inspirada en la historia real de “Aranzazu Berradre Marín”, seudónimo de una agente de la Policía que logró infiltrarse en la banda terrorista ETA, expertos en psicología y comunicación analizaron las fracturas de la identidad que surgen al buscar ocultarse detrás de una fachada. 

 

Mónica Novoa, psicóloga y coordinadora del Comité Permanente en Salud Mental, explicó que la identidad no es un rasgo estático, sino un proceso de construcción social que depende de cómo otros nos nombran y reconocen. “Lo interesante, en términos psicológicos, es que la forma en que los demás nos ven empieza a ser la forma en que nos vemos a sí mismos”, señaló. 

 

La protagonista del filme, que pasa ocho años fingiendo ser alguien que no es, se enfrenta a una crisis profunda: ¿Quién soy? ¿Dónde termina la persona real y dónde comienza el personaje? De acuerdo con Novoa, esta tensión representa un enorme desafío emocional. Algo similar ocurre en la vida real con personas que por su labor se ven obligadas a infiltrarse: al terminar su misión ya no son quienes eran, pero tampoco la que intentaron demostrar ser. “La identidad cambia por completo; es un tema muy importante porque implica la transformación del yo y la necesidad de conservar mis propios núcleos o pilares, independientemente de cómo otros me nombren”. 

 

Este fenómeno no ocurre solo en situaciones extremas, también pasa en contextos cotidianos. Mario Andrés Ruiz, director de Comunicación Estratégica de la Universidad de los Andes: “Por ejemplo, los estudiantes que ingresan a universidades de élite, experimentan cambios de identidad para encajar socialmente. Adoptan estilos y comportamientos ajenos y, a veces, se mienten a sí mismos para no sentirse diferentes. Esa transformación, que parece adaptación, provoca una ruptura interna que resuena con la crisis de identidad de quienes sostienen una máscara durante demasiado tiempo”, señaló al citar el libro El costo de las oportunidades, de María José Álvarez - profesora de Sociología de Los Andes), como evidencia de este fenómeno.  

Conversatorio durante el preestreno de la película La Infiltrada.

Conversatorio durante el preestreno de la película La Infiltrada.

Despersonalización: la pérdida del yo

 

El conversatorio también abrió un espacio para debatir sobre la despersonalización, un concepto que generó distintas interpretaciones entre los panelistas. “La despersonalización, en términos psicológicos, es una alteración en la sensación, en la experiencia, en la sensopercepción y en la autopercepción, en la que la persona siente que pierde contacto con la realidad. Puede aparecer como la sensación de que un momento pasó y no se supo qué ocurrió, de que la realidad está lejana o distante, o de que no se tiene conciencia plena del propio cuerpo”, explicó Monica Novoa y advirtió que se trata de un diagnóstico clínico que requiere atención profesional.

 

Julián Gutiérrez, representante del campo de Desarrollo Humano y Curso de Vida, llevó la reflexión más allá de lo clínico. Para él, la despersonalización también puede entenderse como un quiebre existencial: preguntarse quién se es realmente y para qué se está en el mundo. Esa crisis, dijo, se enlaza con la invisibilidad social y con la lucha interna por encontrar un rumbo, especialmente en contextos de infiltración, donde la frontera entre la identidad real y la asumida se vuelve difusa y la sensación de pérdida se prolonga en el tiempo. 

 

Gutiérrez ilustró esta tensión con la protagonista de La Infiltrada. “Ella eligió ser policía, pero al infiltrarse se enfrenta a la contradicción de cometer crímenes y actuar en contra de su propia moral. Es en ese punto donde siente que su personalidad deja de responder a lo que ha construido a lo largo de su vida y trayectoria”, explicó.

 

El documentalista y director de El juego de la vida, Andrés Ruiz, aportó otra mirada al destacar el trabajo actoral de Carolina Yuste en el papel protagónico. “El personaje exige mucho y ella lo maneja con silencios muy interesantes, porque con base en esos silencios intenta mantener su identidad y manejar la tensión interna. Cuando uno actúa, en cierta forma está mintiendo, pero lo complejo es cómo se deja de mentir siendo el personaje. Yuste lo logra a través del cuerpo, los gestos y esas micromentiras o microtraiciones que aparecen en sus miradas”.

 

Ruiz añadió que este conflicto también lo ha observado en su experiencia como documentalista: “En mi último trabajo con actores naturales, ellos se veían después en cámara y empezaban a tener un conflicto con esa identidad del personaje. No siempre estaban conformes con lo que veían, porque quizá no eran el personaje que creían ser”.

 

El evento fue organizado por la Decanatura de Estudiantes de la Universidad de los Andes, el Colegio Colombiano de Psicólogos y Cineplex.

 

 

 

Así se vivió el conversatorio en el preestreno de La Infiltrada:

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