
¿Cómo proteger la estabilidad democrática en tiempos de tensión?
La fragilidad democrática no es una falla, es su naturaleza: se construye con desacuerdos, pero también con respeto y compromiso. ¿Qué dicen los expertos?El ruido de las sirenas volvió a cruzar el aire bogotano y Colombia, otra vez, se miró en el espejo de su propia tensión política: discursos encendidos, enfrentamientos de pensamiento y señales de una democracia puesta a prueba.
El atentado contra Miguel Uribe Turbay no solo fue un ataque a una figura política, sino un recordatorio de los riesgos que enfrenta la democracia cuando el debate se convierte en violencia.
En medio de este clima caldeado, surge la pregunta: ¿cómo se protege la estabilidad democrática cuando la confrontación parece instalarse como norma? ¿Qué tan preparado está el sistema para resistir sin fracturarse?
La respuesta no es simple, pero empieza por entender que la tensión no es ajena a los sistemas democráticos. De hecho, según la directora de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes, María Margarita 'Paca' Zuleta, “la democracia vive por definición en tensión política. La democracia es frágil porque se trata de construir entre muchos un propósito común y tomar decisiones colectivas”.
¿Qué factores sostienen una democracia estable?
Según el codirector del Observatorio de la Democracia de Los Andes, Miguel García Sánchez, la estabilidad democrática no depende únicamente de instituciones sólidas, sino de actores comprometidos. “Las democracias se sostienen sobre la ritualización de procedimientos como las elecciones, el debate público, la alternancia en el poder, el respeto a las libertades civiles y la protección de las minorías y la oposición”.
Sin embargo, el experto advierte que las reglas no se sostienen solas: “Por muchos años pensamos que con instituciones fuertes y estables era suficiente, pero con la llegada de personajes como Trump quedó claro que la estabilidad depende de la voluntad de quienes detentan el poder de no violar las instituciones”.
Uno de los riesgos actuales es no identificar a tiempo los síntomas del desgaste institucional. Según García, los signos de alerta incluyen:
La estigmatización de los opositores.
La limitación de derechos y libertades.
El recurso a las mayorías para silenciar minorías.
La acumulación de poderes en el Ejecutivo.
La reforma de la Constitución para perpetuar un gobierno.
Paca Zuleta coincide: “La democracia está erosionada cuando la sociedad o los miembros del Gobierno no respetan el papel y las ideas de los demás… cuando no respetamos las reglas del juego para elegir, responder y garantizar derechos”.

Identificar señales de erosión democrática permite anticipar crisis y fortalecer la respuesta institucional.
Ilustración creada con IA por Luisa Negrete
El rol de las instituciones ante la polarización política
En contextos de confrontación como el actual, donde el Ejecutivo y otras ramas del poder parecen chocar, algunos temen una ruptura institucional. Sin embargo, García aclara que “las tensiones entre poderes no son en sí una amenaza. Justamente los sistemas de tres poderes suponen que unos operan como controles de otros […] y ese control no está exento de desacuerdos”.
El papel de organismos como el Congreso, la Corte Constitucional y la Procuraduría es clave, no por el conflicto entre poderes, sino por su capacidad de actuar con independencia, dentro del marco legal y sin ceder a presiones políticas.
Por ello, uno de los mayores desafíos es la pérdida de legitimidad que enfrenta el Estado. La Encuesta Nacional de Cultura Política del DANE (2023) reveló que solo el 10,7 % de los colombianos confía en el Congreso y apenas el 6,6 % en los partidos políticos.
Zuleta lo resume con claridad: “La confianza no se reconstruye a partir de discursos. Se construye a partir de actuaciones concretas. El Estado colombiano tiene que responderles a los ciudadanos, proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos una y otra vez”.
Aunque a menudo se espera que sean las instituciones quienes lideren, la ciudadanía también tiene un papel crucial. Para Miguel García, la defensa democrática no es tarea exclusiva de las élites, pues “los ciudadanos tienen la obligación de ejercer sus derechos (libre expresión, protesta, voto) en el sistema político”.
Colombia: una democracia resiliente
Los dos expertos coinciden en que el país ha demostrado una capacidad notable de adaptación. Desde el Frente Nacional hasta la Constitución de 1991, Colombia ha respondido a momentos críticos con salidas institucionales.
“Colombia tiene una historia riquísima de resiliencia, pero no podemos confiarnos. Hay que evitar hacernos daño en la forma como tomamos decisiones”, advierte Zuleta.
Por su parte, García reconoce avances: “Hoy Colombia tiene una democracia más sana que hace 50 años [...]. Más actores compiten, hay alternancia y se respetan más los derechos humanos”. Pero también subraya los retos: clientelismo, desprestigio de partidos y desconfianza ciudadana siguen latentes.
En tiempos donde la tensión es la norma y no la excepción, proteger la estabilidad democrática no es solo responsabilidad de los líderes. Reconocer la fragilidad del sistema, respetar las reglas y ejercer ciudadanía activa son pasos fundamentales para no retroceder.