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Obituario
18/08/2023
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Movimiento incesante

Las palabras de Rafael de Brigard Merchán durante la homilía en las exequias de Mario Laserna Pinzón (2013).

Hermanos:


¿Qué hay en la cabeza de un hombre al que antes de cumplir los 30 años de vida se le ocurre fundar una universidad? ¿Qué hay en la inteligencia de una persona que intercambia cartas con Albert Einstein? ¿Qué hay en el corazón de alguien que es capaz de viajar, siendo muy joven, para ofrecerle al jefe de la OEA la rectoría de una naciente universidad? ¿Qué hay en la mente de una persona que a la vez que lee a Kant siente no menos admiración por los toros? ¿Qué sucede en el espíritu de un hombre que está con el mismo vigor en Bogotá, en Ibagué, en Europa o en los Estados Unidos? ¿Qué fue lo que se dio en ese hombre tan especial que hoy entregamos a Dios y cuyo cuerpo devolvemos a la tierra, Mario Laserna Pinzón?

Las palabras que nos dirigirán después de esta celebración espiritual quizás nos responderán algunas de las preguntas. Pero estoy seguro de que Dios también ha querido decirnos algo, no solo con las lecturas de la Biblia que acabamos de escuchar, sino a través de ese libro abierto y cada vez con más páginas que fue la vida del fundador de esta noble universidad. Tendríamos que reconocer sin rodeos que en Mario Laserna hubo muchísima vida y vida vivida. A la mayoría de los seres humanos la vida se les va sin vivirla. Este hombre no permitió eso nunca. Quizás el mejor signo cotidiano de eso fue su movimiento incesante, tanto exterior como interiormente. Fue un hombre siempre en agitación física, intelectual, espiritual y también cívica.

Esas vidas que no tienen reposo y que tampoco lo desean, esconden una convicción que para nosotros los creyentes tiene nombre propio: la Providencia. Mario Laserna sabía de ella y confiaba en ella. Sus conocedores se admiraron siempre de la absoluta confianza que tenía en el porvenir de lo que se proponía hacer, como, por ejemplo, fundar una universidad. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio: no se angustien, pues Dios sabe de sus necesidades; más bien busquen su Reino, y lo demás se dará por añadidura. Mario Laserna fue un hombre de sólida cultura católica y también persona de fe. Una vez más, a través de una vida tan extraordinaria, se evidencia toda la potencia creadora que hay en la persona de fe, en quien se siente íntimamente vinculado a la obra de la Providencia.

La abundancia de vida que se manifestó en Mario Laserna le permitió entender que esta se podía prolongar más allá de su propia existencia y de ello es huella indeleble esta universidad maravillosa que hoy nos acoge. Pero es prolongación, sobre todo porque, hay que decirlo con claridad, en el fondo, su vida tuvo una ocupación primordialmente de orden intelectual y espiritual, y esas realidades, que no se ven, son las más importantes, según lo afirmaba en reciente escrito Benedicto XVI. Y son las únicas que tiene posibilidad de perseverar en el tiempo. No cayó Mario Laserna en la tentación de trabajar para la tribuna, sino que con su inteligencia privilegiada empleó sus energías, especialmente en las duras, pero agradecidísimas parcelas del espíritu y la mente. Los frutos que allí se cosechan suelen sobrevivir varias generaciones.

En la Declaración de Principios que se firmó en la fundación de los Andes, año de 1948, las palabras son claras y no dan pie a confusión alguna sobre lo que se quería hacer y se ha materializado. Allí se invita a hacer mucho más de lo que la ley pide por el bien de los demás; ahí mismo se invita a desarrollar la inteligencia para solucionar los problemas de la existencia; allí también se elogian la verdad moral, la razón y la justicia como fundamentos únicos de toda existencia y se aboga por la perfección del ser humano. Estos son los propósitos que alaba la primera lectura que hemos tomado en el Antiguo Testamento, en el libro llamado del Eclesiástico. Este autor sagrado dice que “sus bienes perduran en su descendencia… su recuerdo dura siempre… viva su fama por generaciones”.

Pero, ¿acaso –podría interpelarme alguno de ustedes– esta misa es un homenaje a Mario Laserna? De ninguna manera. Lo es para Dios, creador y dador de la vida. Y qué privilegio haber visto una vida como la que, al finalizar, hoy nos congrega. ¿Fue perfecta? No. ¿Fue la única destacada en nuestro medio? Tampoco. Pero la sabiduría nos invita a reconocer los árboles que sí dan frutos de aquellos otros sin gracia. Los de este árbol plantado por Dios, como lo es cada vida, fueron abundantes: en lo espiritual, en lo intelectual, en lo familiar, en lo cívico, en lo patriótico, en la amistad, en la generosidad. ¡Cómo no reconocer una vez más y cuantas veces sea necesario que en cada vida está la mejor prueba de la obra amorosa de Dios, del poder que Él ha insuflado en el ser humano, de las infinitas posibilidades que se abren en quien en realidad se decida a vivir, a cultivar los talentos recibidos y a compartirlos con la humanidad!

No nos alarguemos más, pues haríamos esperar al Señor de la Vida, a Jesucristo, quien ahora, en la sencillez absoluta del pan y el vino y con la presencia del Espíritu Santo, quiere llevar a su culmen nuestro encuentro haciendo presencia en la eucaristía, sacramento más grande de todos. Nos disponemos a consagrar para que el Dios vivo en Jesucristo se convierta en alimento de vida eterna. Si estamos bien dispuestos, recibamos hoy la sagrada comunión porque, como lo decíamos en el Salmo, a quien tiene al Señor nada le falta. Mario Laserna Pinzón, Requiescat in pace. 

Amén.