Grados 2025: tejer el sueño de convertirse en profesional
Nadira Angulo encontró en Los Andes un espacio para desarrollar sus pasiones. Se graduó de Derecho gracias a la beca Pa'lante Pacífico, escribe poesía y creó su emprendimiento.Llegó a Bogotá con una chaqueta que su mamá le regaló. Eso y un saco tejido anaranjado la blindaron del frío de la capital.
No era un viaje cualquiera. Era el inicio de un camino que la llevaría a materializar esos sueños de infancia. Y esa oportunidad se la abrió el programa Pa’ lante Pacífico, una alianza de la Universidad de los Andes y la W Radio, que otorgó becas para que estudiantes de la región accedieran a educación superior de calidad.
Cuando Mónica Nadira recibió la noticia rompió en llanto. Se había inscrito sin esperanza, convencida de que ese mundo no era para ella. Pero en 2020, ahí estaba, asustada entre el vértigo que genera una ciudad tan grande.
Nadira y su mamá venían de Buenaventura. De la Playita, un barrio en donde cada calle tiene nombre propio, las vías llevan al mar y hay una tienda en cada esquina.
Se graduó como bachiller del colegio Teófilo Roberto Potes y desde entonces quiso ser abogada.
“En una clase estábamos hablando de justicia, pero yo no veía su presencia materializada. Pensaba: si hubiera personas de mi territorio que estudiaran Derecho, quizá las instituciones podrían llegar mi ciudad”.
recuerda.
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Del desconcierto al refugio
Nadira ingresó a la Universidad de los Andes. Cuenta que todo le parecía más grande de lo que esperaba: los edificios, los horarios, las lecturas —muchas en inglés—, los abrigos que se pone...
“Sabía que iba a ser complejo, pero me repetía que no me iba a rendir”,
indicó.
Y aunque a veces Bogotá dolía, con sus compañeros encontró un gran refugio. Compartían dudas, choques, códigos. Y con ellos, años después, cocreó un espacio que le abrió caminos a sus pensamientos, a sus ganas de debatir.
“Nos dimos cuenta que sería bueno que quienes llegan de afuera también puedan tener un lugar para hablar. Porque no era solo ser de otra región, sino también ser una persona negra”, resalta.
Con el tiempo concluyeron que ya era hora de dejar de armar “parches” informales y fundar algo sólido. Entonces nació AfroAndes, un colectivo de estudiantes afrocolombianos que hoy es punto de encuentro, conversación, apoyo y acción dentro de la Universidad, en donde es posible hablar de racismo, pero también de historia, poesía, saberes y comunidad.
La lucha de Nadira en su región ha estado enfocada en los derechos humanos de su población.
Foto: Daniel Álvarez
"Mi sueño es trabajar en la protección de los derechos humanos. Con la gente, afuera. Donde más se necesita... cuando uno se ve cumpliendo sus sueños es muy gratificante",
Nadira Angulo.
Desde las leyes, nace una prenda y florece un poema
En medio de leyes, Nadira sintió la necesidad de explorar otras pasiones. Se apuntó a creación literaria, luego a proyectos culturales.
“El mundo también se puede salvar con el arte, con lo escrito. Siempre he estado enamorada de la poesía. Creo que todos deberíamos dedicarnos a ser poetas”.
Para Nadira, la poesía era una manera de seguir transformando la realidad cuando en ocasiones, en situaciones utópicas, el derecho no parecía suficiente.
Mientras el arte inundaba su vida, decidió emprender con Mompa, un negocio de ropa y accesorios que había comenzado con su mejor amiga. El nombre es una palabra del Cauca que significa “compa”, de compañero.
“Empecé solo con accesorios dirigidos a población diversa. Luego creamos una identidad étnica, un sentido estético desde lo afro”, recuerda.
En Bogotá, Mompa fue una forma de sostenerse económicamente y una manera de mostrar sus raíces. Nadira llevaba sus creaciones a ferias dentro de la Universidad, donde sus diseños llenaban de color los pasillos. Camisas y vestidos hechos con telas de estampados de estilo africano brillaban con patrones geométricos, líneas en zigzag, símbolos tribales y combinaciones vibrantes de rojo, verde, azul, amarillo y negro. Cada prenda parecía contar una historia distinta: una mezcla de herencia, orgullo y propuesta estética.
“A veces no se trataba solo de que alguien dijera ‘qué lindo’, sino de contar por qué eso que ves tiene ese color, esa forma, esa raíz”, dice. En su mesa no solo se vendían accesorios, se tejían conversaciones sobre identidad, cuerpo, territorio y origen.
“La Universidad me permitió explorar esas otras formas de mí. Yo venía para estudiar Derecho, pero también pude apoyar las cosas que me llenan”.
Nadira trabajó hasta agosto de 2025 en el Ministerio de la Igualdad. Decidió hacer una pausa para volver al territorio y desarrollar su primer proyecto social en Buenaventura. Junto con su colectiva Qadira aplicó a un fondo de financiación y ahora ejecutan El ruido que hay en el silencio, una iniciativa con mujeres adultas víctimas del conflicto armado que sanan a través del arte.
El 20 de octubre, en medio de ese nuevo comienzo, en la ceremonia de grados de segundo semestre de 2025, se graduó como abogada de la Universidad de los Andes.
Su historia no es lineal, como pocas lo son. Es el recorrido de alguien que no renunció a lo que le dolía por superarse en lo que le gustaba. “Uno puede hacer las cosas que le apasionan y las cosas que le atraviesan, sin excluirlas”, dice.
Y lo ha hecho. Desde La Playita hasta el campus universitario en Bogotá, desde los bocetos de tela hasta las siluetas que cobran forma, desde las lecturas jurídicas hasta los versos. Sin dejar nada por fuera. Sin pedir permiso para habitarlo todo.
Mompa tiene una gran carga cultural, venida del Pacífico colombiano.
Mónica Nadira junto a su colectivo Qadira y las mujeres de su proyecto 'El ruido que hay en el silencio'.
El proyecto nació de las dos opciones académicas que realizó en Los Andes: Creación Literaria y Proyectos Culturales.