Anda Renata, con sus pasitos cortos, y los que la ven sonríen. Se detienen. Le toman fotos. Se agachan para consentirla. Renys —como le dicen— ‘para tráfico’. Es inevitable...

Renata tiene 3 años, es una perrita de apoyo emocional, no mide más 30 centímetros, y es habitual verla pavoneándose por los pasillos del Bloque C de la Facultad de Arquitectura y Diseño (ArqDis) de la Universidad de los Andes.

Pertenece a la raza alemana dachshund, que significa “perro tejón”, también conocida como perro salchicha o teckel.

—El nombre técnico es teckel arlequín de pelo largo. ―aclara el profesor de ArqDis, Jaime Patarroyo, y papá de Renata. El “arlequín” hace referencia a las manchas en su pelaje, que la dotan de un aspecto adorable.

Llegó a la vida de Patarroyo al final de la pandemia, cuando vivía completamente solo. Al referirse a ella no la trata como si fuera un objeto de su pertenencia, con la típica relación amo-mascota; para él, Renata es compañía mutua, es familia... 

Cuando el Covid cambió la vida del mundo entero, Jaime empezó a preguntarse si era el momento de convivir con una mascota. La decisión fue acertada.

—En ese momento, estaba muy aislado de las cosas que estaban pasando. —expresa.

Aunque trabajar en Los Andes le permitía seguir conectado con su vocación, Renata lo ayudó a volver a conectarse con él mismo. Un apoyo en aquella época de desconcierto.

Quienes han tenido una mascota saben que el vínculo va más allá de la razón, es un lazo que está amarrado desde el corazón y sobrepasa el lenguaje tradicional del afecto físico y de lo dicho, pues con ellos no solo las palabras y los mimos sirven para comunicar, sino también los tonos, las miradas, los gestos, y hasta lo inefable. Estos compañeros son capaces de entender las emociones sin tener que expresarlas verbalmente.

Quien no haya tenido esa experiencia de amor, puede aventurarse a vivir uno de los mejores episodios de la vida: querer y dejarse querer por una mascota. Una compañía que mientras dura, hace más llevadera la existencia.


En Instagram, Jaime Patarroyo registra las mejores fotos de Renata. Su cuenta en @renatavaalaplaya - Foto: Daniel Álvarez

El profesor Jaime trabaja en Los Andes desde 2017. Tiene 34 años y aquí también hizo el pregrado en Diseño, se graduó en 2012. Luego viajó a Quebec, Canadá, donde hizo un Máster en Artes en la Université du Québec à Chicoutimi.

—Mis clases están muy relacionadas con cómo utilizamos las tecnologías digitales desde un enfoque creativo. A Patarroyo lo reconocen sus estudiantes por ser comprometido con sus clases, dedicar tiempo extracurricular y por llevar referentes inspiradores para diseñar.

El regreso a la presencialidad se vislumbraba aterrador. La vida en casa se había vuelto costumbre.

—Había como mucha incertidumbre, si es que iba a pasar. Todos nos imaginábamos que íbamos a quedar encerrados en nuestras casas para siempre. —recuerda.

Entonces Renata fue la maestra para desaprender a estar aislados.

En 2022, el Departamento Médico, el Departamento de Seguridad y Servicio Veterinario, bajo la dirección de Gestión Humana, Gerencia del Campus y la Vicerrectoría de Investigación y Creación, establecieron el ‘Protocolo de Perros de Apoyo Emocional Uniandes’, para indicar los pasos a seguir en el ingreso de una mascota —únicamente perros— como apoyo emocional al campus y los requisitos que debe cumplir cualquier miembro de la comunidad que lo solicite.

Valiéndose de esa opción que buscaba poner en primer plano la importancia de la salud mental de la comunidad Uniandina, Patarroyo se apuntó a cumplir los requerimientos y Renata se convirtió en su perrita de apoyo emocional.

Ella hace parte de esta nueva cotidianidad en donde se ven por los rincones de la Universidad perritos acompañando a los estudiantes, profesores y empleados de Los Andes, con la particularidad de que Renata viene todos los días.

Conozca aquí los requerimientos del Protocolo de Perros de Apoyo Emocional

Si bien, Jaime ahora camina más despacio, a paso corto, para ir al ritmo de su compañera, ambos se han acoplado a la vida cotidiana en el campus.

Al llegar a la oficina, el profesor da los buenos días a sus colegas y Renata hace lo mismo: golpea las puertas de los vecinos, olfatea, pide a su modo que le abran, se da una vuelta y saluda a todo el mundo. Sabe comunicar bien lo que quiere y necesita.

—Tratamos de ser muy abiertos con los profesores y los estudiantes, nos alineamos para que se sientan cómodos. Yo sé que hay personas que le pueden tener fobia a los perros sin importar el tamaño, entonces seguimos los límites del respeto.

En las clases, Patarroyo les dice a sus estudiantes que lleguen antes, si quieren consentir un rato a Renata. También al final, les da un espacio para que compartan tiempo con ella. Todo para no interferir o distraerse en clase, en esos momentos él y los estudiantes siguen la regla de que Renata es ‘invisible’ e ‘intocable’ al interior del salón.

Es difícil pasar por alto al personaje que es ella.

El profesor Jaime expresa que el mayor beneficio que ha traído a su vida ha sido la buena energía y convertirse en su compañera de viaje. Los que aman a las mascotas lo entienden, saben que ese tipo de amor es el más genuino y fiel, no decepciona ni traiciona, nutre el corazón y enseña.

Y como todo amor de bueno, hace sonreír con tan solo verlo.

Renata no solo cambió la vida de Jaime, también ha sabido alegrar a quienes visitan a diario el campus de Los Andes. La buena energía no solo la comparte con él, su presencia también irradia y enternece a quienes la ven pasar.
Renata - Universidad de los Andes

La raza dachshund se desarrolló originalmente en el siglo XVII para cazar tejones, explica Purina en su sitio web. - Foto: Daniel Álvarez

Jaime Patarroyo y Renata - Universidad de los Andes

Esta raza tiene cuerpo alargado, las piernas cortas y las garras afiladas, lo que los hace buenos excavadores y cazadores subterráneos. - Foto: Daniel Álvarez

Renata acostada - Universidad de los Andes

Su carácter es obstinado e independiente. Por eso toca tener paciencia y constancia para entrenarlos. El profesor Jaime recompensa a Renata con galletas. - Foto: Daniel Álvarez

Renata caminando por el campus - Universidad de los Andes

Renata ha aprendido a andar por el campus, no le abruman las miradas, pero, por su tamaño, anda despacio. - Foto: Daniel Álvarez

Renata en el pasto - Universidad de los Andes

Su raza requiere paseos diarios y tiempo de juego, pues la soledad y el aburrimiento pueden ocasionar ladridos excesivos. - Foto: Daniel Álvarez

Renata en la oficina de ArqDis - Universidad de los Andes

Renata conoce sus rutas y se acostumbró a las instalaciones de la Facultad de Arquitectura y Diseño. - Foto: Daniel Álvarez

Renata mirando - Universidad de los Andes

“Es familia”, expresa el profesor Jaime Patarroyo cuando se refiere a ella, mientras la mira con ternura. Ese cariño está bien retribuido. - Foto: Daniel Álvarez

Renata - Universidad de los Andes
Jaime Patarroyo y Renata - Universidad de los Andes
Renata acostada - Universidad de los Andes
Renata caminando por el campus - Universidad de los Andes
Renata en el pasto - Universidad de los Andes
Renata en la oficina de ArqDis - Universidad de los Andes
Renata mirando - Universidad de los Andes
Escrito por:

Luis Felipe Laverde Salamanca

Periodista