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Personas
20/06/2025
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El bosque depende de un mono… y de una mujer que lo sigue para protegerlo

El trabajo de Gabriela de Luna, premiado por National Geographic, revela cómo cuidar una especie en peligro puede significar salvar un ecosistema entero.

En lo alto de los árboles, casi como sombras ágiles entre las ramas, el mono araña café sigue una rutina silenciosa que sostiene la vida del bosque. 

 

Pocos saben que mientras se desplazan, dejan caer semillas que algún día serán árboles maderables, hábitat de otras especies, barreras contra el viento y la erosión. En cada salto, en cada fruta que comen, siembran futuro. Siembran vida.  

 

Están en peligro. Por eso protegerlos va más allá de salvar a una especie en riesgo de extinción: es evitar que el bosque se apaguel, es cuidar las fuentes de agua, proteger los suelos, frenar la desertificación que ya avanza en zonas del Magdalena Medio.

 

Gabriela de Luna lo entendió hace años, cuando siguió por primera vez a una madre de esta especie con mellizos. Lo que parecía una escena curiosa —una hembra cargando dos crías— fue el inicio de una pregunta más profunda: ¿qué pasa si desaparecen?  

El inicio de una vida para salvar la selva

Hace más de 20 años, Gabriela no se imaginaba que estaría preservando un ecosistema completo. Su plan era convertirse en arquitecta. Había presentado los papeles y todo estaba en marcha.  

 

Un día, al acompañar a un amigo a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, algo se encendió. Volvieron a su memoria aquellos veranos de infancia junto a su papá, en donde observaban renacuajos en charcos. Fue entonces cuando lo supo con claridad: “Esto era lo que quería hacer”. 

 

Así comenzaron días completos de estudio y noches en vela, mientras hacía su tesis de pregrado en ranas, una temporada de sequía cambió su rumbo.  


“Dejó de llover y entonces estuve como una semana que no veía nada. [...] Empecé a seguir a los micos de la mano de Andrés Link [biólogo y esposo de Gabriela]”
recuerda.

En ese momento, en medio de la selva y decepcionada por no encontrar ranas, vio en los árboles a aquella hembra de mono araña con mellizos. Quedó intrigada y, casi sin darse cuenta, la escena la atrapó por completo. “¿Cómo hacía una mamá con dos miquitos chiquitos?”, se preguntó. Esa simple curiosidad marcó el inicio de un proyecto que la llevaría a grandes reconocimientos. 

 

Gracias a ese “accidente” investigativo, lleva una carrera dedicada al estudio y protección del mono araña café (Ateles hybridus), uno de los 25 primates más amenazados del mundo, según la Lista Roja de la UICN

 

Tanta pasión y persistencia hicieron que, en 2025, Gabriela recibiera el Wayfinder Award de la National Geographic Society, un premio que celebra el trabajo transformador de exploradores que conectan conservación, ciencia y comunidades. 

Gabriela de Luna

Gabriela de Luna en el Magdalena Medio, una de las regiones más biodiversas y amenazadas del país.

Foto: Cortesía Gabriela de Luna

Proteger al mono araña para preservar un ecosistema entero

El mono araña café, endémico del norte de Colombia y el occidente de Venezuela, está en peligro crítico de extinción. Su situación es alarmante: la especie ha perdido gran parte de su hábitat debido a la deforestación, la expansión agrícola, la ganadería extensiva y el tráfico ilegal de fauna.  

 

“Pierden todo el tiempo sus bosques y muchos individuos son sacados del bosque. Sufren cacería o tráfico para mascotas”, explica De Luna. 

 

El sitio donde Gabriela y su equipo encontraron por primera vez a estos monos ya no era un bosque continuo amazónico, sino un paisaje fragmentado. “Estaban en unos sitios muy chiquiticos”, cuenta. Frente a esta realidad, comenzó una labor urgente: conservar lo que queda y restaurar lo perdido. 

 

El mono araña no es solo una víctima del deterioro ambiental: también es una pieza clave para la restauración ecológica. Esta especie actúa como "ingeniero del bosque", dispersando semillas de árboles frutales y maderables a través de sus desplazamientos.  

 

Gabriela lo resume así: 


“Al cuidar el mono araña estamos cuidando también el futuro de estos bosques, porque ellos están sembrando el bosque que va a quedar en el futuro”.

Por esta razón, se considera al mono araña una especie paraguas. Protegerla implica conservar muchas otras especies que comparten su ecosistema. Además, los bosques que habitan ofrecen servicios ecosistémicos esencial, como regulación del agua, prevención de deslizamientos, protección de humedales y mitigación del cambio climático.  

 

“Donde tenemos bosques podemos tener también más agua”, explica Gabriela, y añade que incluso para la ganadería, estos espacios pueden servir como refugios de sombra frente a las altas temperaturas. 

 

Con este propósito, Gabriela de Luna junto con Andrés Link, fundaron Proyecto Primates para trabajar en la conservación e investigación de monos en Colombia.  

Los dos científicos, desde hace más de una década, desarrollan proyectos en el Magdalena Medio, una de las regiones más biodiversas pero también más amenazadas del país. Allí, buscan conectar fragmentos de bosque, restaurar corredores biológicos y trabajar de la mano con comunidades locales. 

 

De allí, que el premio de National Geographic sea un seguro para seguir trabajando de la mano de la población más cercana al mono araña. De hecho, los recursos ganados se usarán para fortalecer la educación ambiental, ampliar las zonas de conservación y apoyar a esas comunidades en prácticas sostenibles. 

 

Ese es uno de los pilares de este proyecto: el trabajo comunitario, especialmente con mujeres rurales, pues, a través de procesos educativos y de emprendimiento sostenible, busca integrar el bienestar humano con la conservación. “La supervivencia de estas especies está muy de la mano con el bienestar humano”, dice la bióloga. 

 

Los proyectos no solo involucran ciencia, sino también educación ambiental:


“Seguiremos haciendo educación ambiental y científica en la región, e intentaremos ampliar las acciones de conservación”,
concluye.

Salvar al mono araña café es mucho más que proteger a una especie. Es preservar bosques, asegurar el acceso al agua, mitigar los efectos del cambio climático y fortalecer el vínculo entre naturaleza y comunidad. Como lo demuestra el trabajo de Gabriela de Luna, proteger una especie es también cuidar el tejido completo de la vida que sostiene nuestro planeta. 

 

“Es un esfuerzo de un gran equipo y de cientos de personas, estudiantes, colegas y voluntarios que se han unido en la causa”, dice De Luna. Y ese esfuerzo, por fortuna, ya empieza a verse reconocido. 

Gabriela de Luna

Gabriela de Luna junto a Andrés Link, fundadores de Proyecto Primates.

Foto: Cortesía Gabriela de Luna