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En Medios
27/08/2025

Las marcas de la violencia y la posibilidad de sanar

Comenzar a entender las consecuencias de la violencia sobre los genes puede abrir caminos para reparar daños y proteger a futuras generaciones.

Hace más o menos un mes salió la noticia de que el Laboratorio de Neuroepigenética y adversidades tempranas de la Universidad de Buenos Aires desarrolló un método capaz de identificar si niños, niñas y adolescentes han experimentado maltrato a partir de una muestra de saliva. Este método se conoce como marcas epigenéticas, y puede rastrear a partir de las muestras modificaciones que se producen sobre las formas en que se expresa el ADN de las personas ante eventos sucedidos en su contexto. Como el maltrato infantil constituye una alteración drástica del entorno, genera cambios en los genes que obligan al cuerpo a adaptarse a contextos de violencia.

 

Teniendo en cuenta que la violencia no afecta a todos por igual, estudios como este son fundamentales en nuestra región, donde hay poca evidencia empírica sobre los efectos de la violencia como factor ambiental que modifica nuestro ADN y las consecuencias que esto desencadena. Depende de quiénes seamos y dónde estemos situados, la guerra, el conflicto, el desplazamiento, la agresión sexual o el maltrato pueden afectarnos de diferentes formas y dejarnos más o menos vulnerables.

 

En Colombia estamos tratando de aplicar métodos similares para responder de qué manera la violencia y el desplazamiento forzado impactan los marcadores epigenéticos y la salud mental en familias afectadas, especialmente aquellas con jefatura femenina. Con un grupo interdisciplinar de la Universidad de los Andes del cual hago parte, nos propusimos comprender, además, si los efectos de este tipo de eventos pueden transmitirse intergeneracionalmente. Es decir, queremos entender cómo las experiencias de migración forzada y violencia producen efectos sobre el cuerpo y la mente, pero también cómo afectan diferentes generaciones cuando la primera generación es una mujer. Y, ¿por qué mujeres?


Teorizamos que si las cuidadoras se ven afectadas, quizás algo de esto pase a sus descendientes no solo en su herencia genética, sino también en las prácticas dentro de los hogares.
Catalina Correa Salazar, profesora del Departamento de Psicología, Universidad de los Andes

Colombia tiene la tasa de madresolterismo más alta de la región y la violencia basada en género no ha parado de escalar en cifras y víctimas desde que se tiene registro. Además, luego de más de diez años de trabajo con migrantes y refugiadas, sabemos que quienes realizan las labores de cuidado en los hogares son principalmente las mujeres. Mayoritariamente, quienes se quedan para enfrentar los retos y la educación de las generaciones posteriores, son las mujeres. Quienes transmiten y tejen la memoria, pero además crían a sus hijos, son las mujeres. En este sentido, teorizamos que si las cuidadoras se ven afectadas, quizás algo de esto pase a sus descendientes no solo en su herencia genética sino también en las prácticas dentro de los hogares. Detrás de este esfuerzo habría también un reconocimiento del rol fundamental que cumplen, en efecto, las mujeres.

 

La evidencia alrededor del trauma intergeneracional en el mundo es diversa. Estudios epigenéticos llevados a cabo con descendientes de sobrevivientes del Holocausto han comprobado cómo las marcas epigenéticas de la violencia experimentada durante la guerra se heredan. Estos hallazgos han sido corroborados en otras poblaciones afectadas por genocidios, conflicto armado, persecución y discriminación alrededor del mundo. Dicho conocimiento se ha relacionado con pruebas clínicas y otras formas de medición.

 

Sin embargo, en América Latina (y en Colombia) existe muy poca evidencia sobre los efectos intergeneracionales de condiciones que parecen tan típicas de nuestro contexto: conflicto armado, desplazamiento, violencia, inequidad. Existe aún menos evidencia sensible al género. Dado que la sociedad y cultura son determinantes, el impacto de estos fenómenos debe ser estudiado diferencialmente. Comenzar a entender las consecuencias de la violencia sobre genes, conductas, relaciones y sociedades puede abrir caminos para reparar daños y proteger a futuras generaciones en nuestro contexto.

 

Consulte la columna completa en: Las marcas de la violencia y la posibilidad de sanar | Vía El Tiempo