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Personas
19/05/2025

Federico Melo: convertirse en summa cum laude

¿Cómo llega un estudiante a tener un promedio de 4,9 y ser un deportista de alto rendimiento? Un equilibrio entre libros, amigos y brazadas en la piscina. 
Egresado

Más que una historia de libros y clases, esta es una historia de amor. 

 

En las universidades se otorga el grado Summa cum laude a estudiantes integrales, con desempeño excepcional y por obtener los promedios más altos en los últimos cinco años. 

 

Uno de ellos es Federico Melo Barrera, quien, además de esa distinción, recibió la de la Trayectoria Deportiva, por su práctica de la natación y por haber sido capitán del equipo de la Universidad. 

 

Los logros reconocidos en la ceremonia de grados 2025–1 son apenas una llegada, una de esas metas que parecen finales, pero son comienzos. El camino hasta allí no fue solitario: su familia —y en especial su madre, Angélica Barrera— fue fundamental. 

 

Federico se graduó de Ingeniería de Sistemas y Computación. En su forma de hablar se puede notar que es un joven metódico de sus estrategias particulares de estudio, del manejo de horarios y de su deseo incesante de aprender. Es su mamá la que cuenta el detrás de cámaras de esa pasión, esa que también muestra ella cuando habla de él. 

 

 

Un niño con suerte

 

Para Angélica, su hijo siempre ha tenido suerte. Recuerda cómo, de niño, pudo superar una grave enfermedad respiratoria. Eso de superar la incertidumbre también la vivió en el momento de elegir carrera, de hecho fue encontrando personas clave que lo ayudaron a orientar sus gustos académicos. 

 

“Tiene un perfil de sed por el conocimiento constante. Y lo bonito es que todos los niños lo tienen. Todos los seres humanos tenemos sed de conocimiento, el tema es que se nos pierde por el camino. Federico no ha perdido eso”, dice la madre. 

 

Como muchos niños, se apasionó por los dinosaurios: cada criatura prehistórica que encontraba en los almacenes se la quería llevar para la casa. Después, la obsesión fueron los animales de África. Más tarde, la mitología griega: de ella llegó a hacer un mapa de las convulsas relaciones de los dioses. 

 

Luego comenzó a interesarse por las matemáticas. Participó en olimpiadas y empezó a perfilarse hacia las ciencias. Incluso pidió que lo cambiaran de colegio. Dejó el anterior para ingresar al San Carlos donde, según sus propias consultas, era mejor en matemáticas. 

 

La Física también empezó a aparecer, incluso en el anuario del colegio escribió que quería estudiar astrofísica. Para eso tenía que salir del país, y ya había recibido cartas de aceptación de universidades canadienses. Pero entonces llegó la pandemia del 2020. Y otro golpe de suerte

 

 

Federico Melo

Federico al terminar la ceremonia de grados 2025 –1

Una carrera no se define al entrar a la universidad

 

Con el mundo encerrado en sus casas, la opción de viajar a Canadá se volvió menos atractiva. Afortunadamente —recuerda Angélica— Federico había podido conversar con un amigo suyo, profesor de Los Andes, que le habló de las opciones en el país y de las herramientas necesarias si quería estudiar física. 

 

Aún con el covid rondando, comenzó sus estudios en Los Andes. Le gustaba la física y le iba muy bien, aunque no podía compararse mucho con sus compañeros, con quienes tenía poco contacto debido al confinamiento. 

 

“Mis primeros semestres no son propiamente de física, sino de una formación integral. Ahí tuve la oportunidad de aprender, de explorar. Y conocí, entre otras cosas, la programación”, relata Federico. 

 

En esos primeros semestres se enamoró más de los números —especialmente de los unos y ceros—, la base del universo digital

 

Y se cambió a Ingeniería de Sistemas. Federico asegura que en su familia cercana no hubo mayor traumatismo, aunque Angélica extrañara las clases privadas que le daba su hijo cuando, emocionado, le explicaba lo aprendido cada día. De estas confiesa que poco entendía, pero el entusiasmo de Federico le alegraba el alma y se convertía en la alumna más atenta. 

 

Para la familia más lejana el cambio parecía extraño: se preguntaban si le había quedado grande la Física. Pero Angélica lo dice sin titubear: “el pequeño marciano había encontrado su planeta”. Porque Federico tiene algo de otro mundo —o, al menos, formas muy propias de habitar este. 

 

 

Federico junto a su mamá, su papá William Melo y su hermano

Federico muestra sus diplomas junto a Angélica Barrero, su madre; William Melo, su padre y Sebastián Melo, su hermano.

Libros y natación: la mezcla perfecta

Los métodos de estudio del “pequeño marciano” no son los más comunes. En lugar de asistir a todas las clases, tomaba el plan de estudios del semestre y revisaba qué debía saber para cada semana. 

 

Dice que le va mejor con los libros, que le gusta estudiarlos completos y no por partes, como suele hacerse en muchos currículos. Pero había clases a las que sí asistía sin perder una palabra de lo que decía el profesor. “Tuve la oportunidad de tener clase con genuinas eminencias, escucharlos hablar era oro cada palabra. A esas clases iba muy juicioso. A otras, no tanto”. 

 

Federico aclara que ese sistema le funciona a él, pero conoce a otros excelentes estudiantes que no se pierden ni una clase. 

 

Pero no hay que llevarse a engaños, la relación con los libros está lejos de la imagen del joven encerrado en una biblioteca, aislado del mundo, porque Federico le da la misma importancia a los amigos. Es más, dice que muchas veces prefería estudiar en casa porque las actividades extracurriculares y los planes en la Universidad podían ocupar buena parte de su tiempo. 

 

Al preguntarle cuál es el secreto para poder rendir en la natación y en su carrera, Federico dice que no ve esos dos elementos como opuestos, sino como complementarios

 

No se trata de forzar la actividad física en el horario: “Cuando uno hace deporte, eso cambia el estilo de vida. Entonces yo no perdí dos horas entrenando, esas dos horas las gané porque ahora estoy más concentrado, más tranquilo, no estoy estresado”. 

 

Con ese balance llegó al final de la carrera y logró un promedio altísimo. Hoy trabaja en una empresa norteamericana de Inteligencia Artificial, específicamente en aplicaciones de procesamiento de lenguaje natural. 

 

Su mamá dice que el día del grado fue uno de los más felices de su vida. No por los diplomas ni los honores. Sino porque su hijo no dejó de sonreír durante toda la ceremonia. 

 

 

Federico Melo y su mamá