
El estudiante 001
Fernando Restrepo, egresado de la primera promoción, se inscribió en la Universidad de los Andes antes de que se fundara. Testimonio de cómo esa providencial experiencia le cambió la vida.Le conté que, contrario a mi padre, que quería que me quedara en Colombia, yo deseaba estudiar fuera del país. Él me respondió de inmediato: “Tranquilo, te tengo la solución. Vas a estudiar en la Universidad que estoy creando y cuando te falten dos años para terminar, te envío a Estados Unidos”.
Fui el primer inscrito de la Universidad de los Andes mucho antes de su fundación, gracias a ese encuentro providencial. Aquellas palabras impactaron mi vida de una forma que jamás imaginé, pues él no solo fue un gran amigo sino que también se convirtió en mi mentor. Su influencia fue inmensa y creo que no solo en mí sino en toda la sociedad colombiana.
EL SUEÑO UNIANDINO
Terminé mi carrera de Ingeniería Eléctrica en 1954 junto con 14 estudiantes más. Hago parte de la primera generación de egresados uniandinos y aún tengo vívidos recuerdos de aquella época en la que recorríamos el campus de la Universidad, aprendiendo lecciones de los más brillantes profesores.
Si mal no estoy, la Universidad inició labores en marzo de 1949 con 78 estudiantes. Lo que más me impresionó en ese momento fue que los laboratorios estaban totalmente organizados; teníamos laboratorios de física y química completamente funcionales; eso sí, proporcionales a una universidad que se acababa de fundar. También teníamos profesores de la más alta calidad, una pléyade de docentes encabezada por monsieur Henry Yerly Liard.
Por esa época, Los Andes estableció con la Universidad de Illinois, y luego con varias universidades más de Estados Unidos, una colaboración académica llamada “Programa 3/2”. Consistía en que los estudiantes cursaban tres años en Los Andes y realizaban los dos últimos de su plan de estudios en una de las universidades asociadas de Norteamérica. Yo hice parte de ese programa y me transformó totalmente.
Mario tenía en su cabeza una fórmula exitosísima que le permitió establecer alianzas académicas con las más importantes universidades de Estados Unidos y era una fórmula que sí respondía a una necesidad de la educación de Colombia de ese momento.
Terminar en Estados Unidos me permitió explorar nuevos horizontes, me abrió la mente frente a lo que sería mi vida como profesional. Cuando regresé al país, luego de estar dos años en Estados Unidos y graduarme, Mario me buscó y me dijo: “Tienes que ayudar con todo lo que estamos diseñando para esta Universidad, así que desde mañana serás el Decano de Estudiantes”.
A Mario no se le podía decir que no, así que acepté y desde allí coordiné todos los procesos con los estudiantes que se iban para Estados Unidos y traté de organizar los pagos de los préstamos que se hacían. En ese cargo estuve dos o tres años y de ahí en adelante siempre estuve vinculado a la Universidad de una u otra manera. Hoy soy miembro del Consejo Superior.
LA TAREA DE LA FILANTROPÍA
Desde su misma creación, la Universidad siempre ha buscado caminos que permitan impulsar la educación en Colombia. En su momento lo hizo con apoyo financiero y créditos, pero eso no era suficiente, de manera que promovió ideas como la de Quiero Estudiar, el exitoso programa que me enorgullece apoyar. Soy consciente de lo mucho que hay por hacer para darle a la educación colombiana el soporte que merece, pero no hay una mentalidad filantrópica en la clase dirigente del país, por lo menos no como se presenta en los Estados Unidos. Por eso quiero hacer una invitación para que conozcan el programa y decidan respaldarlo, pues lo que estamos haciendo es transformar el país desde sus bases; es decir, desde nuestros jóvenes estudiantes.