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La naturaleza como sujeto de dolor

Alejandro Castillejo, ex-comisionado de la verdad, habla sobre los daños del conflicto armado al medio ambiente, la naturaleza y sus criaturas.
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#SoyUniandino

En el amplio lienzo de la existencia, la naturaleza emerge no solo como el escenario de vida, sino como un ser sensible que comparte el dolor humano. Ha sido un testigo silencioso del conflicto armado, desplazamientos, guerras y la misma evolución. Por todo esto es necesario detenerse y escuchar los susurros de los árboles y los murmullos del viento para comprender que la naturaleza también siente y sufre.

Alejandro Castillejo, ex-Comisionado de la Verdad en Colombia, lleva casi 30 años escarbando en las entrañas de crímenes masivos, genocidios y violación de derechos humanos. Una de sus tantas misiones estuvo en recolectar y producir 260 historias de testimonios para la Comisión de la Verdad, con el propósito de ayudar al esclarecimiento de lo ocurrido durante el conflicto armado colombiano.

Al terminar este proceso, se adentró en una reflexión crítica que lo llevó más allá de las fronteras del sufrimiento humano. Empezó a cuestionar la centralidad del ser humano en el dolor y a vislumbrar la posibilidad de que la naturaleza misma pudiera ser un sujeto de dolor.

"Puedes reconocer a los árboles como víctimas y protegerlos de los daños. Pero, en última instancia, los árboles son percibidos como cosas. En cambio, cuando se habla de la naturaleza como sujeto de dolor, se le reconoce al árbol, a la selva, al monte, a la montaña, al bosque y a muchas criaturas que habitan allí, su identidad, voluntad, deseo y cualidades que, entre comillas, solo se les atribuyen a los humanos”, señala Castillejo.

En su obra, «Recalibrar la escucha: de los árboles como sujetos de dolor», Castillejo propone una perspectiva innovadora y radical. “Hablar de una post-violencia en Colombia sin anudar este asunto es una falacia. En todo caso, la naturaleza es afectada en medio de la confrontación armada”, resalta.

Aunque todo esto pueda sonar encantador, para él representa un desafío enorme, pues es habitual que la sociedad que perciba a los árboles simplemente como una materia prima para fabricar lápices.

En uno de sus viajes por Colombia para esclarecer la verdad, llegó al corazón del Putumayo, en Orito, donde se despliega una verdad ancestral que pocos conocen. En ese vasto laberinto verde, trabajó con los ‘abuelos yageceros’, guardianes de un conocimiento tan antiguo como las montañas mismas. “En mi tiempo con la Comisión, aprendí que estas selvas no están deshabitadas, sino que resuenan con los espíritus incorpóreos, los invisibles que dan vida y alma a cada hoja, a cada tronco”.

 src=Fragmentos poéticos y sonoros presentados ante los mamos del Consejo Arhuaco en noviembre de 2022.

Los ‘mamos’ de la Sierra, sabios en el arte de escuchar lo inaudible, le enseñaron que hablar de paz no es simplemente callar las armas. Implica devolver la voz a esos espíritus de la montaña, a esas entidades invisibles que han sido silenciadas por las violencias humanas. Así, la reconciliación, la paz y la memoria adquieren un nuevo significado.

Comprender esto es adentrarse en una fascinante y bellísima idea de la necesidad de restituir ese lazo con aquello que las violencias han desgarrado a lo largo del tiempo, reconocer la presencia y el dolor de estos seres que coexisten con nosotros.

Tras su acercamiento con ‘los mayores’, ha comprendido que el conflicto armado es apenas un capítulo microscópico en la extensa y compleja historia de conflictos de la humanidad. “Esta perspectiva es fundamental para comprender la verdadera dimensión de los eventos que vivimos. Ellos ven las guerras actuales como una repetición de patrones ancestrales, donde la verdadera raíz de la discordia se encuentra en la ruptura del orden original del mundo”.

 src=Alejandro Castillejo en la Gran Maloca de Leticia - junio 2022. Lectura en 5 lenguas.

Las montañas, los mares y los ríos no son meros escenarios pasivos de la tragedia humana; son entidades sufrientes, víctimas silenciosas de un dolor ancestral. Reconocer su dolor no es solo una cuestión legal, sino una obligación moral que nos incumbe a todos.

“La justicia transicional ha puesto siempre el foco en el sufrimiento humano, pero es hora de expandir nuestra visión y aceptar que las entidades no humanas también merecen nuestro reconocimiento y reparación”.

Surge la necesidad de considerar el resarcimiento con la naturaleza, pensar en esta reparación, especialmente en el contexto de la COP 16 en Cali y adentrarse en un debate que trasciende lo jurídico para abrazar lo filosófico, estético y profundamente humano.

En el marco de COP16 se realizará el IV Encuentro de Estudios Críticos de las Transiciones Políticas (PECT IV): La Naturaleza como Sujeto de Dolor.