07/06/2016

¿Qué cambiaría en Colombia y qué no si se firma un acuerdo en La Habana?

Leopoldo Fergusson

Leopoldo Fergusson, PhD en Economía del MIT y profesor de la Universidad de los Andes

Por: Leopoldo Fergusson
PhD en Economía del MIT y profesor de la Universidad de los Andes

¿Qué es lo que el ciudadano colombiano debería saber y entender acerca del conflicto armado?

En general, el conflicto colombiano se destaca por la asimetría con la que ha afectado a diferentes sectores de la sociedad. Esto constituye una amenaza a la construcción de paz porque, para muchos ciudadanos, la realidad de los protagonistas directos del conflicto (a saber, cada uno de los bandos en disputa y las víctimas directas) es una realidad lejana y conocida sólo de segunda mano, intermediada por el discurso de políticos y medios de comunicación. La realidad está entonces distorsionada por el discurso político, y simplificada por el afán diario.

Por eso, más allá de conocer la historia y orígenes políticos de nuestro país (que también conviene conocer), lo que más hace falta que conozca el ciudadano colombiano, urbano, afectado sólo a destajo por el conflicto, es el testimonio de estos protagonistas directos del conflicto. Sólo así podrían evitarse las nociones simplistas del conflicto que poco contribuyen a una posible reconciliación. Por ejemplo, la noción de que narcotráfico y guerrilla son una misma cosa (interactúan, pero una cosa es Fritanga y otra Marulanda); que guerrilleros y paramilitares son lo mismo; que el ejército son sólo héroes y los rebeldes sólo villanos; que la gasolina del conflicto ha sido sólo la ambición y afán de poder de la Colombia que está por fuera del establecimiento y no, también, la ambición y afán de poder del establecimiento; entre otros.

Siempre insisto en que en Colombia nos hemos equivocado dos veces con el conflicto. Por mucho tiempo, a la sociedad se le fue la mano en justificarlo. Después, se le ha ido la mano en simplificarlo. Lo primero contribuyó a su surgimiento y consolidación. Lo segundo, ha dificultado terminarlo. Pero luchar contra esta tendencia no es fácil porque la gente encuentra mucha tranquilidad en las explicaciones simples. El problema con esas explicaciones es que son falsas o en el mejor de los casos incompletas.

¿Qué es lo que el ciudadano colombiano debería saber y entender acerca de lo que cambiará en el país (y lo que no) si se firma un acuerdo entre el gobierno y las Farc, y eventualmente con el Eln?

Hay un énfasis completamente equivocado en que el colombiano debe conocer el dividendo económico de la paz: la noción de que una firma presumiblemente transformará al país en uno que crecerá a tasas más elevadas y donde la inversión militar se sustituirá por inversión social. Por supuesto que, en el largo plazo, sólo un país sin conflicto interno puede ser verdaderamente próspero e incluyente.

Pero como queda bien demostrado por la historia colombiana, un país en conflicto puede ser razonablemente próspero para muchos, y tremendamente rentable para unos pocos. Precisamente porque el país se ha acostumbrado a vivir en conflicto y, más aún, muchos grupos sociales se benefician de este y del control de la guerrilla y demás grupos rebeldes a través de la contención armada en lugar de la negociación política, bien podría ser el caso que la firma de un acuerdo, más que un dividendo, genere un costo en crecimiento económico. Los cálculos de los economistas sobre el dividendo sólo contemplan resultados posibles bajo un escenario, con poca consideración sobre escenarios alternativos menos prometedores para el crecimiento en el corto plazo.

Además, una firma de un acuerdo con las Farc (aunque se sume el Eln) no es garantía del fin del conflicto, ni de la transformación del país. Ahora, si dicha negociación en efecto se convierte en una coyuntura crítica que transforma al país y sus instituciones, entonces precisamente los escenarios alternativos a los que hacía referencia se vuelven más probables. Por ejemplo, muchos grupos de interés que hoy se benefician del status quo perderán su confianza en el país (o al menos esperarán a ver qué pasa con esos cambios). Otro ejemplo: si dicha transformación de fondo se da, se habrá pactado con la izquierda extrema y armada colombiana. Pero no con la extrema derecha (más amorfa, amalgamada con la legalidad, y solapada que la extrema izquierda), que tendría que caber dentro de una Colombia cambiada si se espera que la paz sea duradera.

Aunque a la larga positivo si se construye un país más incluyente, más que un dividendo de la paz, hay que pagar un costo de la paz como una inversión a largo plazo. Así, el colombiano tendría que saber que la firma es sólo un comienzo. Que si la paz se va a lograr, puede costar mucho y requiere cambios fundamentales en el país.

¿Cómo podemos comunicar de manera realista y documentada los retos del posconflicto colombiano?

Los académicos podemos intentar cambiar algunas mentes. Pero nuestro alcance es limitado. Máximo podemos aspirar a llegar a la mente e imaginación de artistas (escritores, cineastas, cantantes, humoristas), otros líderes (políticos, líderes sociales, periodistas), y medios de comunicación, que son los que realmente pueden comunicar a una escala que pueda hacer alguna diferencia. Nuestros artículos, incluido este, no tienen un impacto directo masivo socialmente, excepto si son recogidos por personas que ayudan a moldear la cultura colectiva.

LOS RETOS DEL DESPUÉS

Es un especial informativo que muestra reflexiones académicas, aportes, iniciativas e investigaciones relacionadas con lo qué deben saber y entender los colombianos sobre lo que cambiará en el país y lo que no, si se firma un acuerdo entre el Gobierno y las guerrillas de las Farc y el Eln.

El especial nace de un esfuerzo conjunto realizado por Ediciones Uniandes y la Maestría en Construcción de Paz para convocar a los profesores de la Universidad en torno a estas preguntas.

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