10/01/2013

Colombia es un desafío para el pensamiento

Profesor Rodolfo Arango

El profesor Rodolfo Arango dice que la filosofía ayuda a explicar el por qué de las paradojas sociales en Colombia.

¿Para qué pensar en la Colombia de hoy? ¿Cómo hacerlo? Las preguntas se le hicieron, a propósito del nuevo doctorado en Filosofía en Los Andes, a Rodolfo Arango, doctor de la Universidad de Kiel, experto en democracia y derechos humanos y columnista de El Espectador.

El doctorado: ‘La función de un doctorado sería la formación docente. Una segunda función sería la formación científica. La filosofía se ocupa en buena parte de los problemas de método, indagación o investigación cuestionándose las premisas mismas... Un investigador formado en otras disciplinas como derecho, historia o geografía, que tenga unas buenas bases filosóficas, es un buen científico social’. (Rodolfo Arango).

EN LA RED https://filosofia.uniandes.edu.co/ Código SNIES: 101691. Resolución 4675 del Ministerio de educación Nacional. Líneas de investigación: ética y filosofía política. Hermenéutica retórica y deconstrucción. Estética y filosofía del arte. Ciencia, mente y lenguaje.

Rodolfo Arango, doctor en Filosofía del derecho y derecho constitucional de la Universidad de Kiel, en Alemania, ha dedicado su vida a la democracia social y a los derechos humanos. Profesor de la Universidad de los Andes y columnista del diario El Espectador, asegura que uno de los retos del pensamiento en la Colombia de hoy es abordar sus paradojas. Entender por qué, por ejemplo, Medicina Legal registró el año pasado una tasa de muertes por homicidio de 35,96 casos por cada cien mil habitantes –el promedio mundial es de 6,9– pero se dice que se trata del país más feliz del mundo.

– ¿Qué papel cumple la filosofía hoy?

– Es una pregunta difícil. Requiere precisar qué papel cumple en el mundo o en Colombia porque, por tratarse de una disciplina universal, tiene ya ese primer problema y también unas connotaciones para cada cultura. Según la problemática de cada país, la filosofía puede adquirir una importancia muy grande y diferencial y eso impacta también lo que se haga sobre ella. La filosofía, como otras desde la edad media, es una disciplina liberal, muy abierta, de diversas corrientes, ámbitos, en la que hay desde matemáticos, lógicos o físicos hasta personas interesadas en la ética, la filosofía política, la estética, la medicina, el derecho.

Ahora, ¿su aporte fundamental? El aspecto crítico. La filosofía podría definirse como crítica de la crítica y supone una actitud de reflexión, asombro permanente, de preguntar más allá de lo acostumbrado. A diferencia de las ciencias exactas, que toman premisas fijas y construyen todo un edificio de conocimiento, la filosofía cuestiona las premisas y se pregunta por otros mundos posibles de desarrollo de esas disciplinas. La filosofía acaba cumpliendo una función crítica que busca, por un lado, revisar lo existente y por otro, abrir evoluciones futuras.

En Colombia uno diría: ¿cuál es la particularidad? Y automáticamente surge una sociedad que sufre las consecuencias de un conflicto armado muy prolongado y la filosofía práctica – la ética, la política, el derecho– adquiere una enorme relevancia a diferencia de, por ejemplo, lo científico-epistemológico. Hay una gran demanda de estudiantes que no buscan la teoría de la ciencia o la teoría de la mente, disciplinas muy dinámicas en Estados Unidos o Asia con la robótica o la inteligencia artificial. Eso no quiere decir que no pueda ser diferente en un futuro si Colombia logra resolver sus conflictos políticos, económicos y sociales.

– ¿Por qué, entonces, pensar actualmente en Colombia?

– Desde la antigüedad el ser humano entiende que su sentido de la vida y su florecimiento dependen no solo de decisiones propias sino, también, de la suerte de su comunidad política. Esto vale para la mayoría del pensamiento filosófico, salvo corrientes centradas en la vida interior, el desapego o el desprecio hacia lo social y lo político.

Colombia es un desafío para la filosofía moral, política y del derecho. Esto porque las paradojas son muchas: altos niveles de violencia mientras se dice que es la población más feliz del mundo; moralismo en los discursos y amplia corrupción en la práctica; preocupación por el honor y la imagen (en el exterior), mientras se oculta un alto nivel de violación de los derechos humanos...La filosofía como crítica de la crítica puede iluminar el porqué de estas paradojas.

– ¿Qué se puede decir sobre la producción de conocimiento en Colombia?

– En las ciencias exactas, las ciencias positivas, hay una producción intelectual muy importante. Pero la filosofía de la mente y la filosofía de la matemática y la lógica podrían estar mucho más desarrolladas cuando las necesidades de la sociedad sean diferentes. Eso es problemático porque tener un nivel alto de estudios en filosofía de la matemática, por ejemplo, sería muy importante para la educación de los jóvenes colombianos. Pero la demanda va más hacia la filosofía práctica.

– ¿Cómo hacer un paralelo de lo que ocurre con los filósofos en otras partes y en un país como Colombia?

– Son necesidades diferentes. Si las necesidades no son tan acuciantes, la utilidad o la efectividad de esos estudios quizá puedan ser más tangibles. Si alguien se dedica a investigar sobre inteligencia artificial y logra sistemas de robótica que revolucionen la industria, seguramente tendrá un impacto distinto de alguien cuyo logro es avanzar un poco en el diálogo pacífico entre actores violentos. Para el país que está en conflicto es un salto sideral, pero para el conocimiento en general, no. Ya otras sociedades han logrado consolidar sus problemas democráticos y superar la violencia.

– Recientemente participó en un coloquio sobre solidaridad relacionado con desigualdad y pobreza…

– Es un tema apasionante. Nos acostumbramos a confiar en las normas, en la Constitución, hay un anhelo de orden, pero no nos preguntamos qué se necesita social, cultural o políticamente para asegurar que esa estabilidad sea eficaz. El Congreso de Solidaridad, que se organizó con el Instituto de Filosofía de Frankfurt, ayudó a esclarecer cómo en el mundo la solidaridad está amenazada, en buena parte, por el avance de un modelo de producción capitalista y su relación con el ambiente, con los recursos, y la competitividad individual que han hecho que los sistemas de solidaridad social cada vez se vean más amenazados y más reducidos.

Hubo, en la segunda mitad del siglo XX, experiencias en Europa y Estados Unidos de sociedades ‘de bienestar’, donde la justicia distributiva apoyaba a los necesitados, pero eso hoy parece un espejismo por la competitividad. A esa presión está sometida Europa por la globalización y la pregunta es qué tanto se puede sostener el Estado social de derecho ante la globalización.

En Colombia eso es aún más agudo al ser una de las sociedades más inequitativas del mundo y pese a los enormes avances en derecho constitucional. Hay que preguntarse ¿qué pasa en Colombia con la sociedad? Antes ese concepto estaba más afincado en ideas religiosas, de conmiseración, de piedad, misericordia con el necesitado y no verdaderamente como un derecho a tener un Estado prestador de servicios y que asegure los derechos sociales del individuo, que es la idea de la solidaridad hoy. El Estado tendía a asumir el papel de beneficencia pública pero ahora tiene una función de redistribución económica, donde el objetivo es que todos tengan derechos y que la democracia sea un proceso real.

Si más de la mitad están en la pobreza, la posibilidad de que participen políticamente también es muy baja. Si se toma en serio la democracia, se toman en serio los principios solidarios y de igualdad de oportunidades.

Desde la Constitución del 91 el Estado debe ser otro. Por eso el Estado colombiano pasó de ser un Estado de derecho a ser un Estado social de derecho. Y todo eso tiene que ver con la filosofía política que subyace a la Constitución del 91.

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