Habiendo sido la vida del tío Mario tan compleja, tan completa, tan confusa y tan exitosa, hace complicado el tratar de relatar algunos pasajes de su vida diferentes a los que ya todos hemos conocido. Curiosamente, su vida transcurrió dentro de una discreción y silencio para con la familia, que hizo que nos enteráramos de sus éxitos y actividades por terceras personas o por comentarios de amigos comunes. Lo que sí es cierto es que su originalidad, su simpatía y su personalidad jamás pasaron inadvertidos; dejó una huella de dinosaurio en las personas, en todos los lugares y en las situaciones que supo lidiar bastante mejor que a sus novillos que alguna vez trató de torear.

Cuando uno se refiere al tío Mario, no deja de sorprender el cariño y la admiración que le profesan personajes de la más variada índole; tuvo la inmensa capacidad de interactuar con toda clase de personajes de todas las procedencias: toreros, presidentes, nobleza, emboladores, filósofos, guerrilleros, diplomáticos, mayordomos, en fin, jamás tuvo dificultad para organizar conversaciones amenas y productivas con nadie ni de ningún tema; así como compartió con su siempre fiel escudero y mayordomo en el Tolima, Don Cesar Barón, lo hizo con Albert Einstein; pensaría yo que nadie lo descrestó jamás. Recuerdo cuando en varias ocasiones le pregunté acerca del éxito en sus análisis y decisiones, y me respondió que el ver a la gente del campo dando solución al diario dilema de su supervivencia e incertidumbres, fue quizás lo que más aportó a la aplicación de sus vastos conocimientos como físico y filósofo.

Me atrevo a clasificar al tío Mario Laserna Pinzón como un ser “dependientemente independiente” en muchos de sus pasajes importantes. Tal vez esa dependencia le da su independencia, pues nace de una familia acomodada, que lo “acomoda” y le facilita inmensamente su vida académica y profesional; tiene, especialmente, a su hermano Jaime, con quien comparten el patrimonio familiar, siendo Jaime quien lo maneja, desde un escritorio de dos puestos al cual Mario poco asiste. Salvo cuando había que revisar resultados. Funda la Universidad de los Andes, y busca entre sus más selectos y leales amigos en quién delegar para echar adelante esa aventura, diría yo, lanzando ideas y disparando órdenes, las cuales, pensaría yo, él no creyó que serían entendidas ni tenidas en cuenta jamás. Dependió económicamente de una serie de haciendas, casi todas heredadas, de las cuales podría asegurar que las gozó hasta el final de sus días, pero a las que nunca miró como su principal actividad económica. Conclusión de su parte económica, creo que el tío Mario fue como de otro mundo, lo material, ni lo controló, ni lo descrestó, ni lo conmovió, me atrevo a afirmar, y si no fue así pues, que Dios me perdone; jamás leyó un balance, jamás revisó su declaración de renta, nunca hizo un inventario de sus ganados ni mucho menos conoció la verdad de sus cultivos; su sentido común, sus buenos asociados y el desinterés por lo terrenal, hicieron parte importante de su personalidad y de su éxito, fueron fundamentales en sus sobresalientes e importantes logros.

Tiene el tío Mario la enorme habilidad de escoger a su maravillosa, primera y última esposa de un hogar encantador en Manizales. Cuando la tía Liliana tiene escasos 13 años pasa el tío Mario y pide que se la “cuiden” mientras adelanta unos estudios en Europa, creo, y dicho y hecho, regresa por ella. Le echa mano a sus tiernos 15 añitos. Y, aunque él dormía en su biblioteca, motivo ruido, le fabrica siete párvulos. Y en ella delega en grandísima medida su educación, lo cual logra con éxito, en medio de la complejidad de los genes Laserna y Pinzón que llevamos en la familia. El haber delegado en Liliana, en los internados, en lo que fuera, también le da libertad para seguir alimentando su compleja personalidad, su intelecto, su permanente e incansable capacidad para viajar, asimilar y entroncar amistades y relaciones con los más especiales y curiosos personajes por todo el mundo.

Esa gran capacidad de lo que yo llamaría “un gran acróbata social e intelectual”, considero que constituye la mayor prueba de magia del tío Mario. El haber tenido la iniciativa de “engañar” a mi abuelo Pacho, quien creyó estar educando a un buen ingeniero o economista, para que luego le llegara con un diploma de algo que a su padre no le debía decir mayor cosa, filosofía o física; pero, el demostrar que era capaz de sacar con creces lo que se proponía, que su iniciativa era toda, que los resultados saltaban a la vista de todo el mundo, no le da más salida a Don Pacho Laserna, hombre humilde y arriero de profesión, que apoyarlo en todo aquello que Mario emprendía. Como nieto que soy de Don Pacho, y Mario, su hijo menor, no me cabe la menor duda que el orgullo de padre debió ser todo, no sé con qué realmente lo apoyó en la aventura de los Andes, pero sé que fue significativo su apoyo tanto moral como económico, y sé que le produjo grandes, muy grandes satisfacciones.

Al tío Mario todo se le dio en el momento oportuno, y él siempre estuvo abierto al momento, al lugar y a las oportunidades que se le presentaron. Esa gran visión, ese emprendimiento, esa energía y originalidad coinciden, se alían y se encuentran para lograr sus metas, que repito, jamás fueron económicas; su mayor logro fueron sus amigos, con los que “filtró” el poquito aguardiente que tomó, con los que se fumó esos cigarrillos que jamás cogió ni aspiró correctamente, los que nunca le corrigieron su especial y terrible forma de vestir, es más, creo que lo ponderaban y le daban la seguridad de estar muy bien trajeado. Nada nunca le combinó, y repito, de lo terrenal, solo sus amigos, sus vaqueros y sus mal aperados caballos. Tengo que mencionar a los que le conocí, especialmente a Francisco Pizano, Jorge Franco, Nicolás Gómez, Jaime, mi padre, Bob Panero, Benjamín Rocha, Cesar Varón, el Príncipe Croy, Adonis Radines, Paulo Laserna, Zubiaurre, José María Chavez, von Newman, Simón Vélez, Antonio Navarro Wolff, Arthur Miller, Mauricio Obregón, Diego Pizano, Juan Mario su hijo, Mariano Ospina, Alberto Lleras, Alfonso López, Herbert Heneke, en fin, Pablo Navas y... hasta yo, entre otros.

Mi tío Mario, dada su originalidad, se aproximaba mucho a lo que en la jerga común se llama irreverencia, pero eso en él era normal, aceptado y lo hacía inolvidable. Si alguien recibió y atendió visitas de famosos fue él; recuerdo la llegada del Príncipe Croy de Alemania, quien al igual que el Embajador de la India que llegó a Neiva, descrestó… y fue atendido por toda la “sociedad Bogotana”; pues el tío se lo llevó a Guatancuy, hacienda de mis abuelos en Ubaté, y como gran cosa lo tuvo almorzando morcillas, cuchuco, criolla y chunchulla con los enruanados paperos en las plazas de mercado de Ubaté y Simijaca. A otros de igual o mayor alcurnia, fue mucho el viudo de pescado que les empujó en el puente de Girardot, y en la plaza del Espinal, los platados de lechona, y en sus Embajadas en Francia y Austria, sobra decir, eran normales, muy comunes las comidas con papas, arroz, tajadas y carne molida; en fin, repito, lo terrenal no lo conmovió jamás, aparte de, y como al resto de la rama masculina de la familia, las mujeres.

En el tío Mario el amor y el respeto por la naturaleza fueron heredados, además de transmitidos por sus padres; desde siempre se crio entre animales, llevó un caimán para que se lo educaran en el Gimnasio Moderno, tuvo micos, gatos, guacamayas, loros, tigrillos, mapaches, chigüiros y hasta una danta gigantesca que en el Tolima se comía los manteles y hacía de las suyas en la piscina, obligando al inmediato retiro de los vacacionantes, se llamó Carmentea. Tuvo otra característica envidiable: jamás sintió miedo, habiendo vivido épocas muy violentas en el Tolima y en la Costa; es más, a la muerte nunca le tuvo respeto, le ganó su prolongada y triste enfermedad, pero hizo siempre lo que le dio la real gana, gozó lo indecible, fue muy discreto, muy respetado, muy respetuoso, jamás descrestó ni se dejó descrestar, y hasta donde puedo dar fe, no le faltó a nadie, puso una nota alta que en forma indirecta estimuló a sus hijos para que también hicieran lo que quisieran en su preparación para la vida.

Si describir a alguien fuera del común es difícil, lo es mucho más cuando del tío Mario se trata. Su vida, diría yo, no tiene orden alguno, todo fue intenso, desordenado, pero armónico, todo fue serio, pero divertido, original, descomplicado, querido y hasta cariñoso, aunque poco detallista. Le producía la misma dicha una fritanga en Chiquinquirá, que una langosta en el Jockey; estar con gente joven que con mayores, todo fue divertido en él, pero qué resultados tan maravillosos los de su gestión como profesor de filosofía en la Universidad de Múnich, en su paso como Senador, como Concejal, como Embajador, como fundador de los Andes, entre otros muchos logros.

Tío Mario, su labor fue reconocida por el gobierno en varias ocasiones, varias veces le colgaron la Cruz de Boyacá, pero, cómo lo desperdició la patria, siempre tan escasa de líderes valiosos, sensatos, honestos, lanzados, inteligentes, desprendidos y admirados como usted. Tal vez voló mucho, muy alto y no fue comprendido, no asimilado por las mayorías, es más, reconozco no haber entendido muchas charlas suyas a las que asistí, desde que me acompañó en tres ocasiones a la Escuela Naval en Cartagena.

Tío Mario, sea lo que sea deja usted un recuerdo imborrable entre quienes lo tuvimos cerca, y entre muchos que ni lo conocieron, deja una obra, al menos por ahora, inimitable, única y ejemplar para la patria, para el continente, deja una muestra de respeto por las personas, por las instituciones, por lo que puede ser la optimización de las capacidades, el saber delegar en quien corresponda, por la innegable y soberana independencia que se le puede entregar al ser humano mediante una buena educación, como la que imparte esa gran universidad que Usted inventó en su primer cuarto de vida, esa Universidad de los Andes, dirigida hoy por mi mejor amigo, esa gran universidad hecha para gente especial, en la que nunca fui aceptado.

Tío Mario, si alguien tiene todo el derecho de descansar en paz, ese es usted. ¡La Patria y su familia siempre lo recordaremos con orgullo, y Dios lo premiará por allá por haber cumplido con creces en las obras que Él le delegó!

Su sobrino,

Jaime.

Nota: cabe advertir que, como sobrino de Mario, estas apreciaciones son mías y solamente mías, espero no estar muy alejado de la realidad, espero no generar polémicas ni nada que se le pareciera.
Escrito por:

Jaime Laserna

Sobrino de Mario Laserna Pinzón